La digestión es un proceso fundamental para la vida, que nos permite obtener los nutrientes necesarios de los alimentos que consumimos. Este proceso complejo involucra una serie de etapas coordinadas que transforman los alimentos complejos en moléculas utilizables por nuestro cuerpo.
Este artículo explorará en detalle cada etapa del viaje digestivo, desde el primer paso en la boca hasta la eliminación final como heces. Aprenderemos sobre las funciones específicas de cada órgano involucrado y cómo trabajan juntos para asegurar una eficiente utilización de los nutrientes. Descubriremos los secretos de la digestión en la boca y cómo este proceso inicia este formidable viaje hacia la obtención del alimento necesario para nuestro desarrollo e supervivencia.
Anatomía de la boca: El comienzo del viaje
La boca es la puerta de entrada al sistema digestivo, un espacio compuesto por una serie de estructuras anatómicas que trabajan en conjunto para preparar los alimentos para su procesamiento. Los dientes, con sus diferentes formas y funciones, cumplen el papel crucial de triturar y romper mecánicamente los alimentos en trozos más pequeños. Esta acción física facilita la interacción con las enzimas digestivas presentes en la saliva, iniciando la digestión en la boca.
La lengua, un músculo altamente flexible, juega un papel fundamental en este proceso. No solo nos permite mover los alimentos dentro de la boca para facilitar su trituración, sino que también secreta una serie de sustancias importantes como mucina y agua. Esta combinación activa facilita el deslizamiento de los alimentos hacia la faringe y también comienza a lubricarlos, permitiendo una mejor deglución. La saliva, un líquido viscoso de origen glandular compuesto por agua, electrolitos y enzimas, cumple funciones esenciales en digestión en la boca. Además de la lubrificación, la saliva contiene amilasa salival, una enzima que inicia la ruptura química de los carbohidratos (almidón) presentes en los alimentos.
El rol fundamental del pH
La acidez de la saliva, representada por un valor de pH alrededor de 6,5 a 7, es crucial para el proceso digestivo. Este nivel ligeramente ácido optimiza la actividad de la amilasa salival y ayuda a neutralizar toxinas y bacterias que pueden ingerir con los alimentos. Además, contribuyen a las glándulas submandibulares y parótidas, que segregan saliva rica en enzimas para la digestión en la boca.
La vía del alimento: Del estómago al intestino delgado
Después de ser cuidadosamente triturado y empapado con saliva, el bolo alimenticio, una masa consistentemente blanda, se desplaza hacia la faringe, un conducto muscular que conecta la boca con el esófago. El reflejo de deglución activa durante este proceso garantiza que el bolo alimenticio se deslice suavemente por la garganta evitando su entrada a las vías respiratorias.
El esófago, un tubo muscular largo y flexible, transporta el bolo alimenticio desde la faringe hasta el estómago a través de una serie de contracciones musculares conocidas como peristaltismo. Estas ondas musculares coordinadas empujan hacia abajo el alimento, asegurando que se mueva de forma eficiente sin desbordamiento.
El reflujo del ácido gástrico y su protección
El estómago, un órgano muscular en forma de pera que se encuentra ubicado en la parte superior del abdomen, recibe el bolo alimenticio desde el esófago y marca una etapa crucial en el proceso digestivo. Su ambiente altamente ácido, gracias a la producción de ácido clorhídrico (HCl), ayuda a romper proteínas y matar bacterias que se ingirió con los alimentos.
La mucosa gástrica, una membrana interna que recubre el estómago, es protegida mediante una capa de moco y un mecanismo bicárrbicarbono para evitar la autodigestión. La protección del moco es crucial para prevenir lesiones por el ácido clorhídrico y el sistema bicar-bonato actúa neutralizando el pH ácido en las células del revestimiento gástrico.
El jugo gástrico: Una mezcla poderosa
En el estómago se produce una mezcla de enzimas digestivas conocidas como jugo gástrico, que contiene principalmente pepsina, una enzima que comienza la degradación de las proteínas.
La producción de jugo gástrico está regulada por factores neurales y hormonales que responden a la presencia de alimentos en el estómago.
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El intestino delgado: Un lugar activo de absorción
Desde el estómago, el bolo alimenticio ahora en forma de quimo se envía al intestino delgado a través del píloro, un pequeño espacio muscular que controla el paso del alimento. El intestino delgado es una estructura tubular larga y delgada que continúa con la digestión química a través de la secreción de enzimas digestivas por el páncreas y las células del propio intestino.
Enzimas clave para la digestión
El duodeno, la primera sección del intestino delgado, recibe jugo pancreático, una mezcla rica en enzimas como amilasa pancreática, lipasa y proteasas que continúan la degradación de los carbohidratos, grasas y proteínas respectivamente.
Absorción e intercambio en el intestino

La pared del intestino delgado está recubierta por millones de pequeñas proyecciones llamadas vellosidades, que aumentan la superficie de contacto con el quimo, optimizando la absorción de nutrientes.
Las células absorbetoras en las vellosidades transportan los productos digestivos, vitaminas y minerales al torrente sanguíneo
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La boca: El inicio de la digestión
Al masticar alimentos, no solo se fragmentan mecánicamente en pedazos más pequeños, sino que también se inicia una serie de procesos quimicos esenciales para la digestión. Estos procesos son iniciados en el momento que los dientes trituran y separan los alimentos, mezclándolos con saliva secreta por las glándulas salivales: parótidas sublinguales y submaxilares. La saliva lubrica los alimentos facilitando su triturado y movilización hacia la parte posterior del paladar para ser tragado.
Este proceso no solo lo hace posible el paso del bolo alimenticio hacia el esófago, sino que también marca el inicio de la digestión en la boca, a través de la acción disolvente y las enzimas presentes en la saliva.
El sabor: Conexión entre paladar y cerebro
El acto de masticar activa nuestros sentidos gustativos a través de los poros sensibles del paladar, proporcionándonos información sobre el tipo de alimento que estamos ingiriendo.
Esta percepción se transmite al cerebro a través de nervios sensoriales, generando respuestas fisiológicas como la segregación de saliva o el aumento en la producción de enzimas digestivas. El sabor de los alimentos influye directamente en nuestra experiencia gustativa y motiva el consumo de nutrientes específicos que nuestro cuerpo necesita en diferentes momentos.
¿Cómo se controla la deglución?
La deglución, o acto de tragar, se programa por una serie de movimientos coordinados que involucran músculos del paladar, lengua y faringe. Este proceso es reflejo e inconsciente, facilitando el paso del bolo alimenticio desde la boca hasta el esófago. La glotis, o orificio de entrada a las vías respiratorias, se cierra para evitar que el bolo ingrese al tracto respiratorio.
El reflejo de deglución: Una coordinación precisa
El control del acto de deglución surge de centros neuronales en el tronco encefálico, coordinando los movimientos musculares necesarios para la transmisión segura del alimento. El proceso puede ser interrumpido o modificado por diversos factores como el dolor, la presencia de objetos extraños en la boca o trastornos neurológicos.
Desde la faringe al esófago
El bolo alimenticio, ahora más pequeño y humedecido tras su trituración y mezcla con saliva, se desplaza desde la cavidad oral hacia la garganta, iniciando el viaje hacia el estómago. Este recorrido marca un cambio significativo en la digestión, pues pasa a depender del músculo esquelético para su movimiento.
La faringe, una estructura muscular compartida por las vías aéreas y digestivas, actúa como un punto de encuentro donde se deciden el destino del bolo alimenticio. Un mecanismo de cierre muy preciso controla el paso hacia la laringe (vía aérea) o hacia la entrada del esófago (vía digestiva).
Este mecanismo se conoce como reflejo de deglución y se activa cuando el bolo alimenticio llega a la parte posterior del paladar.
El esófago: Un conducto muscular hacia el estómago
El esófago , un tubo muscular largo y flexible, conecta la faringe con el estómago. Sus musculos se contraen en ondas coordinadas conocidas como peristaltismo, que empujan el bolo alimenticio hacia abajo, evitando su regreso a la boca.
Esta secuencia de movimientos proporciona una propulsión constante y eficiente a través del esófago. El proceso puede durar unos 10 segundos hasta llegar al estómago.
Una válvula crucial: el esfínter esofágico inferior
El final del esófago se cierra con un esfincter muscular llamado esfínter esofágico inferior (EEI). Este músculo se relaja para permitir la entrada del bolo alimenticio al estómago, y posteriormente se contrae para evitar el reflujo del contenido estomacal hacia el esófago.
El EEI juega un papel crucial en mantener el flujo unidireccional del alimento dentro del sistema digestivo.
El estómago: Mezcla y descomposición
El estómago, un órgano muscular con forma de saco localizado en la parte superior del abdomen, recibe el bolo alimenticio proveniente del esófago a través del EEI.
Dentro del estómago se inicia una fase crucial en la digestión: la mezcla y descomposición del alimento mediante el ácido gástrico (un ácido clorhídrico altamente concentrado) secretado por las células parietales del estómago. También se producen enzimas como la pepsina, responsable de la hidrólisis de proteínas.
Un ambiente hostil al servicio de la digestión
Este ambiente altamente ácido rompe los alimentos y permite que las enzimas actúen con mayor eficacia sobre las proteínas, transformándolas en péptidos más pequeños. Además, el estómago libera moco para proteger sus paredes del daño causado por el ácido gástrico.
La mezcla y descomposición del alimento en el estómago forman un semilíquido llamado quimo, que se vacía gradualmente al intestino delgado a través del píloro, un esfínter muscular que controla el flujo de este contenido
El duodeno: Secreción y acción enzimática

El duodeno, la primera porción del intestino delgado, recibe el quimo proveniente del estómago.
En su interior se inicia una fase crucial de la digestión debido a las funciones secretoras presentes en su pared y al aporte de jugo pancreático. El páncreas secreta enzimas digestivas que actúan sobre proteínas, lípidos y carbohidratos, junto con bicarbonato para neutralizar el ácido del quimo proveniente del estómago.
Además, el duodeno recibe bilis proveniente del hígado y almacenada en la vesícula biliar. La bilis emulsiona las grasas, facilitando su digestión por enzimas lipásicas pancreáticas.
Coordinación hormonal: Un control preciso
La secreción y el flujo de estos fluidos se rigen por un complejo sistema hormonal que se activa a medida que ingieres el alimento. Hormonas gástricas secretas en el estómago, como la gastrina, estimulan la producción de ácido gástrico y otros fluidos digestivos.
En el duodeno y el páncreas, la secreción de hormonas como la secretina y la colecistoquinina regula la liberación de bicarbonato y enzimas pancreáticas para neutralizar el ácido del quimo y descomponer los nutrientes correctamente. Este control preciso garantiza que las moléculas alimentarias sean procesadas eficientemente al avanzar por el intestino delgado.
Absorción de nutrientes en el intestino delgado
El intestino delgado, un tubo largo y retorcido con gran superficie interna, es la principal sede de absorción de nutrientes.
Su estructura interna, con villi y microvilli que aumentan su área superficial, facilita un proceso eficiente de absorción de los nutrientes digeridos desde el quimo. Las moléculas pequeñas, como azúcares simples, aminoácidos y lípidos emulsivos, se absorben a través de la membrana de los enterocitos, células que recubren las paredes del intestino delgado.
Estos nutrientes pasan entonces al torrente sanguíneo o al sistema linfático, distribuyéndose por todo el organismo donde son utilizados para la energía, construcción de tejidos y regulación de funciones vitales.
Las moléculas grandes, como fibra no digerible, permanecen en el intestino esperando su paso a través del colon.
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El intestino grueso: Agua y minerales
El intestino grueso, también conocido como colon, se encarga principalmente de la absorción de agua y electrolitos del material residual que llega desde el intestino delgado.
Esta reabsorción concentra el material fecal, formándolo en bolo excretable. En el intestino grueso también reside una microbiota intestinal rica e importante que participa en la fermentación de algunos componentes no digeridos, produciendo vitaminas como la vitamina K y algunas vitaminas del complejo B.
La composición de esta microbiota puede influir en la salud general y en procesos metabólicos importantes.
Finalmente, los residuos consolidados en forma de heces son almacenados en el recto hasta que se expulsan a través del ano durante la defecación.
Eliminación: Las heces
Las heces son el producto final del proceso digestivo, una mezcla de material no digerible, desechos celulares y bacterias intestinales. Su composición varía en función de la dieta y la salud del individuo.
Durante la defecación, los músculos del ano y el suelo pélvico se contraen coordinadamente para expulsar las heces del cuerpo. Este proceso es voluntario y controlado por centros neuronales especializados.
El acto reflejo de la defecación puede generarse en respuesta a la distensión del intestino grueso o por señales nerviosas desde el cerebro, que pueden influir sobre nuestra costumbre de ir al baño.
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Conclusión
La digestión es una compleja y fascinante serie de procesos que permiten transformar los alimentos en nutrientes absorbibles por nuestro cuerpo. Desde la primera etapa de la masticación hasta la eliminación final de las heces, el sistema digestivo opera de manera coordinada para garantizar la obtención de energía y materiales esenciales para la vida.
La comprensión del funcionamiento del sistema digestivo nos permite tomar decisiones informadas sobre nuestra alimentación y cuidado de nuestra salud digestiva.